Un hombre de muchos Sombreros
Entrevista - Parte 1
El saxofonista Joe Lovano es uno de los escasos músicos de jazz que se definen más por un sonido que por un estilo. Desde su debut en 1985 con Tones, Shapes and Colours y en especial a partir de su participación en el trío de Paul Motian junto al guitarrista Bill Frisell, Lovano llamó la atención tanto por la claridad y versatilidad de su sonido como por su increíble capacidad para absorber diferentes estilos y formas de música pertenecientes a distintas eras de la historia del jazz y, de alguna manera, apropiárselos.
—Usted acaba de participar en el concierto Jazz for Obama… Supongo que estará contento por el resultado…
—Estamos muy entusiasmados con la idea de tener aire fresco en Washington. Creo que es algo bueno para nosotros, aquí en los Estados Unidos, y también internacionalmente. Obama es un joven brillante, con una hermosa visión y grandes ideas, y creo que tendrá un gran futuro incluso después de su presidencia. Seguramente mantendrá muy buenas relaciones con los pueblos de todo el mundo.
—¿Cree que es un aficionado al jazz?
—Bueno… Tiene a John Coltrane y a Miles Davis en su Ipod, según dijo. En cualquier caso, es una persona muy culta y consciente de lo que hay alrededor. Estudió en Harvard, estuvo por Boston, y por Chicago. No cabe duda de que tiene muy presente esa música. En cuanto a mí, estoy fascinado por haber tenido la oportunidad de tocar en Jazz for Obama. Fue un gran concierto. Toqué dúos con Hank Jones, y toqué con Christian McBride, también.
—Hablemos de Symphonica. Si bien es su último lanzamiento, entiendo que se grabó hace bastante tiempo…
—Se grabó en el otoño del 2005, y en realidad no teníamos planeado que fuera mi próximo disco. Era un concierto. Yo fui a Alemania a tocar para la radio WDR. Escogimos algunas de mis composiciones, y Michael Abene se encargó de orquestarlas. Ensayamos unos pocos días e hicimos dos conciertos. Él que está en el disco fue el segundo. Salió tan bien, que a Bruce Lundvall de Blue Note le encantó y quiso editarlo. De modo que fue más que nada una actuación, sin la presión que conlleva una grabación.
—¿Será por eso que salió tan bien?
—Bueno, siempre que grabo trato de tener la misma actitud que en una actuación, pero es cierto que si no lo planeas todo es más relajado, más libre. Fue una experiencia maravillosa. Yo he hecho unas cuantas grabaciones en directo; la energía del directo me sienta muy bien.
—¿Le dio alguna instrucción específica a Abene sobre cómo orquestar la música?
—Yo ya había trabajado mucho con Michael. Él hizo arreglos para la maravillosa orquesta de jazz de Mel Lewis cuando yo era parte de ella, en los ochenta. Conozco muy bien su música y sé cómo piensa. Él está en la tradición de Bob Brookmeyer, Gil Evans, Thad Jones. De modo que sencillamente nos reunimos y ensayamos como un dúo, piano y saxofón. Tocamos unas quince de mis composiciones, escogimos las que eran más atractivas para un concierto de esta clase. Yo había grabado antes todos estos temas con formaciones pequeñas, en discos como Landmarks, Trio Fascination y otros, de modo que él podía escuchar cómo tocaba yo esos temas con esas formaciones, lo que desde luego le daba ideas. Pero yo lo dejo ser muy libre. Una vez escogido el material, dejo que él cree a partir de su inspiración. Creo que ésa es otra de las razones por las que Symphonica salió tan bien. Yo no le dije lo que tenía que hacer, y él no me dijo qué tenía que tocar. Yo tenía libertad absoluta para improvisar.
—A algunas personas este disco les recuerda a Gil Evans o a los arreglos de Eddie Sauter para Stan Getz. A mí, particularmente, me hacía pensar en Stan Kenton, y también en algo que declaró Maria Schneider en una ocasión, sobre el hecho de que las big bands tradicionales sonaban muy machistas, muy contundentes, mientras que ella prefería la sutileza y la textura…
—Está claro que Maria Schneider se inspiró y aprendió mucho de Michael Abene, y que comparte esa idea te tener una orquesta sinfónica completa y al mismo tiempo poder sentir la intimidad de una voz solista. Puedes hacer muchas combinaciones de sonidos, y cuanto más confíes en ti mismo como compositor, improvisador o arreglador, más profunda será la música. Maria tiene una sensibilidad muy hermosa. En su música, la banda es su vehículo. Pero para nosotros era más bien una combinación de orquesta, de banda, y mi actitud y concepción como solista. Si escucha por ejemplo nuestra versión de «Duke Ellington’s sound of love» en ese disco verá cómo todos esos elementos se combinan de una manera muy especial, y es un perfecto ejemplo de esa confianza y esa libertad de expresión que mencionaba.
—Usted es, como dice la expresión en inglés, A man of many hats, un hombre de muchos sombreros, y no sólo por los que usa literalmente. Ha coqueteado con el free, ha hecho bebop, hardbop, música sinfónica, jazz tradicional, música italiana, ha trabajado con elementos de world music. ¿Con cuál se siente más cómodo?
—¿Con cuál me escucha usted más cómodo? Cuando más escucha uno, cuanto más aprende, más cómodo se siente con muchas maneras diferentes de tocar. Yo vivo en el mundo de la música y me nutro de la gente con la que toco, tomo ideas de ellos. Como improvisador la pregunta es de dónde sacas las ideas. No las sacas de un manual, sino de la gente que te rodea y del propio material que interpretas, de la atmósfera de la sala. Yo me eduqué con la idea de que el jazz era, en realidad, una música folclórica. Se trata de contar historias. Es una música que viene del blues. Cuando tocas blues, cuando escuchas blues, todo son historias, cada canción es una nueva historia. A medida que fui desarrollando el concepto y el arte de la improvisación, siempre intenté que lo principal fuera contar una historia dentro de la música. Yo no toco en ningún estilo determinado; trato de ser creativo en el momento, y acepto toda clase de música. Hay muchos grandes intérpretes que sólo tocan en una dirección. Para mí eso equivale a limitarte en la música que amas.
—Cuando escucho sus discos siento que más allá del estilo que usted toque, siempre suena dulce, melódico, lírico.
—Uno debe expresar desde el alma sus propios sentimientos, y la técnica sirve para poder ejecutar las ideas libremente. Para mí, la belleza del sonido y del enfoque es siempre importante, siempre un objetivo. Es muy fácil tocar de manera agresiva y violenta. Ser expresivo y tocar de una manera hermosa es otra cara de la moneda. Si es necesario tocar de manera agresiva, porque el momento lo pide, puedo hacerlo, pero en realidad lo que quiero es conmover a la gente con mi sonido, y hacerles entender lo que toco. Una cosa que quiero decir es que hay un montón de intérpretes que más que tocar su instrumento, permiten que su instrumento mande y sea el que los toca a ellos… Más que oírlos a ellos, oyes sus instrumentos. Cuando me di cuenta de ello, decidí ir en la dirección opuesta.
Fuente :http://bjbentrevistas.blogspot.com/
Esta es la primer aparte de una entrevista realizada por; Eduardo Hojman, a este gran saxofonista contemporáneo. La misma data de Marzo de 09. Y como siempre digo ... me parece interesante compartir anecdotas, pensamientos y vivencias de los grandes del Jazz.
Hasta la Próxima !!!
1 comentario:
que buenos últimos post!! Me entere que Lovano se rompio los 2 brazos, creo que fue en un accidente de coche. Prof. comparto un buen link que encontre tiene muchas transcripciones. http://www.erikveldkamp.com/
saludos y gracias por los aportes
Julio
Publicar un comentario