—Uno de sus discos más interesantes es Trio Fascination…
—Que es un buen ejemplo de cómo me alimento de la inspiración y de la historia de los músicos que tocan conmigo. A Elvin Jones lo conozco desde 1974, cuando yo tenía 21 años y él vino a Cleveland y tuve la oportunidad de subir a tocar con él. Por supuesto que todos sus discos con Coltrane y Sonny Rollins fueron una gran inspiración para mí. Cuando yo aprendí a tocar, salí de gira con él y toqué en su banda; por eso para mí fue un orgullo poder llamarlo para que toque en uno de mis discos. En cuanto a Dave Holland, él y yo también nos conocíamos y teníamos una buena relación. Yo escribí la música y Dave y yo ensayamos todo como dúo. Elvin oyó la música por primera vez en el estudio, pero yo la compuse pensando en él, de modo que todo se desarrolló mágicamente. ¡La mayor parte de ese disco salió en una sola toma!
—¿De alguna manera lo inspiraron discos clásicos con esa formación, como At the Village Vanguard de Sonny Rollins, donde también toca Elvin Jones?
—Toda la idea de Trio Fascination también tiene que ver con lo que hizo Lester Young con el trío de Nat King Cole, donde estaba Buddy Rich a la batería y no había bajo. Pero también con mi propio trío con Paul Motian y Bill Frisell, donde tampoco había bajo. Flip Phillips tiene una grabación fabulosa con trío. Jimmy Giuffre también… En Fascination Trio II hay muchas formaciones diferentes, y la atmósfera cambia todo el tiempo… Y lo mismo ocurre con mi nueva banda, que se llama Us 5 (Nosotros cinco), con Esperanza Spalding en bajo, James Weidman en piano, Francisco Mela en percusión y Otis Brown III en batería. Tengo un quinteto con dos percusionistas, lo que abre muchísimo el abanico de posibilidades. Porque tocamos como un quinteto, pero también como cuatro cuartetos, diez trío, nueve dúos y cinco voces solistas, así que en este momento estamos explorando formas de tocar juntos y de combinar nuestros instrumentos y nuestras personalidades.
—¿Entonces ése será su próximo disco?
—Sí. Estamos a punto de entrar en los estudios de Blue Note con esta nueva banda; toda música nueva. El disco saldrá para la primavera o el verano. Y si hay suerte habrá muchos conciertos, tal vez en España, donde ya hice un trío con Esperanza y Mela.
—En Streams of Expression, un disco bastante reciente, usted hizo un homenaje a la suite Birth of the Cool.
—Yo hice tres grabaciones con el noneto: 52nd Street Themes, On this day at the Vanguard y Streams of Expressions. Mi repertorio con el noneto es muy amplio. Gunther Schuller jugó un papel muy importante en el Birth of the Cool original con Miles Davis. El festival de jazz de Monterey me había encargado un programa inspirado en Miles Davis y con el noneto. Entonces decidí llamar a Schuller y pedirle que hiciera una orquestación para mi grupo: él escogió tres temas: «Moondreams», «Move» y «Boplicity», que unió en una suite para la instrumentación de mi noneto y con un saxo tenor como voz principal. En el Birth of the Cool original no había saxo tenor; Lee Konitz tocaba saxo alto y la voz principal era la trompeta de Davis. De modo que mi sonido era diferente. De todas maneras, está claro que Schuller hizo los arreglos a partir de su amor por Gil Evans y respetando el proyecto original. Así que tiene sonidos y atmósfera de Gil Evans pero reorquestados para mí, lo que dio un resultado muy especial. Para la grabación compuse la suite «Streams of Expression» como marco de la suite «Birth of the Cool». Fue un gran desafío para mí hacer que su suite fuera mi faro, y añadirle mis ideas.
—También hizo dos dúos con dos pianistas de estilos muy diferentes, Gonzalo Rubalcaba y Hank Jones…
—Son diferentes pero hay algo que los une: los dos tocan con el sonido más hermoso que existe y los dos improvisan muy libremente. Hank Jones es uno de los improvisadores espontáneos más impresionantes del jazz y hoy en día sigue tocando con la misma actitud de búsqueda y exploración que el primer día. Y Gonzalo también es un gran explorador. Me siento cómodo con ambos, porque los dos tocan y escuchan y reaccionan y crean música. No se sientan a repetir lo último que tocaron, y esa es una hermosa lección sobre cómo improvisar. Mire: el 2007 fue un gran año para mí porque dos de mis grabaciones fueron con Hank Jones y con McCoy Tyner: dos maestros del piano con una actitud y una energía muy diferentes, y me siento muy orgulloso de mi versatilidad, de poder toca con estos dos gigantes al mismo tiempo.
—Usted también toca batería…
—Sí. Toco la batería en muchos de mis discos: con Gonzalo, en Flying Colours, Rush Hour, y estoy planeando tocar algo de percusión más adelante. Tocar la batería te da una conciencia clara de lo que pasa a tu alrededor, y te ayuda a desarrollar una visión rítmica como saxofonista. Entiendes las cosas desde una perspectiva diferente y te da un concepto mucho más amplio de la música.
—¿Cómo fue tocar con Chet Baker?
—Chet Baker era un gran poeta, un gran improvisador y un gran narrador de historias como trompetista y como cantante. Tenía un sonido hermoso y creaba una atmósfera asombrosa en la sala. Verlo tocar en directo era increíble. Cuando me mudé a Nueva York yo daba vueltas por todas partes, tratando de subirme a tocar en las jam. Y una noche me senté a tocar con Baker y luego él me pidió que siguiera dos semanas con él. Y fue fascinante, uno de mis primeros trabajos en Nueva York. No había ensayos, él nunca te decía que canción iba a tocar, se lanzaba y como la sección rítmica ya conocía todo, lo seguía, y yo tenía que engancharme en el momento. Fue una experiencia increíble… Y poco después me sumé a la banda de Woody Herman, mi primera gira internacional. Me tocó participar en el concierto del 40º aniversario, intercambiar solos con, por ejemplo, Stan Getz. Imagínese: yo tenía veintitrés años y compartía el escenario con mis héroes e ídolos. Y todo eso se lo debo a mi padre, Tony Lovano, quien fue mi maestro. Cuando yo era adolescente él me hacía escuchar todas las grandes grabaciones de jazz. Yo no aprendí solo, sino que crecí tocando con él, y él me enseñó a desarrollar un sonido amplio, que pudiera mezclarse bien con otra persona: con una guitarra, una voz, otro saxo.
—¿Cuál sería su saxofonista favorito?
—En realidad, yo nunca quiero sonar como ninguna otra persona, aunque podría decirle que sí sonaba como mi papá, y él sonaba como Illinois Jacquet, como Gene Amons, o como Lester Young. Un sonido fuerte, como el de Amons, cuando tocaba blues o bebop; pero para las baladas prefería un enfoque más similar al de Lester Young. Mi padre vio tocar en vivo a Lester Young, estuvo en la misma sala con Charlie Parker, participó en una jam con Coltrane, tocó con Tadd Dameron. Él creció con esta música. Y tenía una magnífica colección de discos. Mi primer amor en un disco fue Sonny Stitt, y luego, por supuesto, Coltrane y Davis, Sonny Rollins, Ben Webster. Cuando yo era adolescente acompañaba a mi padre a clubes donde él tocaba y vi a Sonny Stitt cuando yo tenía 15 ó 16 años. Lo vi tocando alto y tenor. Yo había empezado con saxo alto; a los once o doce años me pasé al tenor y dejé el alto, pero cuando lo vi a Stitt volví al alto, y me di cuenta de que uno puede tener sonidos y personalidades diferentes. Por eso hoy toco varios saxos distintos. También vi a James Moody tocando la flauta y a la semana siguiente hice que mi padre me comprara una.
—Usted hizo un álbum tributo a Frank Sinatra y otro a Caruso. ¿Planea algún otro homenaje?
—No eran tanto tributos, sino inspiraciones para armar el álbum, una búsqueda de repertorio. El proyecto Sinatra fue una manera de grabar algunas canciones famosas inspirado por la manera en que él se expresaba, la forma en que contaba la historia de una canción. El proyecto Caruso fue otro paso en ese mismo sentido. Leí libros sobre él, sobre su vida en Nápoles, la música que él escuchaba, lo que lo inspiraba, y traté de sentir eso. De hecho, lo que hago es imaginarme su voz sola y trato de que esa imagen, esa inspiración, ese amor con el que cantaba, salga de mi instrumento.
—¿Con quién le habría gustado tocar y no pudo hacerlo?
—¡Thelonious Monk!... Tampoco toqué jamás con Max Roach, aunque nos conocimos porque él era amigo de Paul Motian. Pero hace poco tuve la suerte de tocar con Ornette Coleman, y me encantaría que eso volviera a ocurrir. Porque más allá de su relación con el free, en realidad lo que él hace tiene que ver con una exploración rítmica y armónica y con la verdad de lo que significa tocar con otra persona.
Hasta la Próxima !!
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