Mi Taller

Bienvenidos a mi Blog, Taller de trompeta. En él intentaré de alguna u otra manera, poder ser de ayuda a todos aquellos interesados en el aprendizaje de este hermoso instrumento. Para ello iré subiendo material ordenado metódicamente, teniendo en cuenta además lo que crea y vea convenientemente adecuado.

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"Si posees alumnos a quienes les enseñas música, ayúdalos por todos tus medios posibles a lograr sus sueños. Pero ten mucho cuidado en la manera en que influyes en esos sueños"

Friedrich Gulda


lunes, 18 de agosto de 2008

Fats Fenandez

EL REGRESO DE FATS FERNANDEZ

Dulce y melancólico


A pesar de su excelente predisposición, entrevistar a Roberto Fats Fernández es una tarea compleja. Primera dificultad: el bar en donde se acordó la cita no queda en la esquina de Lamadrid y Almirante Brown, como él había dicho, sino a una cuadra. Segunda dificultad: hace meses que el sitio está cerrado. Tercera: en la casa de Fats vive Puccini, su perro raza perro, que se opone enfáticamente a las notas. Sus ladridos retumban, metálicos, por el portero eléctrico del edificio de la Boca. Catorce pisos arriba, en el departamento de tres ambientes pequeños, el ruido es atronador. "Mami, ¿metés a Puccini en la cocina y les servís unas pomonas (gasesosa que dejó de existir hace décadas) a los muchachos?", le pide Fats a Gizela, su esposa desde hace 34 años, que comienza a contar cómo le cocinó canelones a Wynton Marsalis en esa casa.

Cinco minutos después, a la luz oblicua del atardecer, con el río y el inmenso puente metálico de fondo, Fats toca para el fotógrafo y para los curiosos. "¿No me haría un cachito de Gricel, maestro?", ruega un vecino, que no debe esperar mucho. El cuerpo de Fats, que pasó de los 137 a los 97 kilos —tras una dieta y algunos problemas de salud y de ánimo—, se curva como un arco al tiempo que su cara se infla hasta volverse casi esférica. La trompeta parece una prolongación de sus brazos: las cejas suben y bajan al ritmo de los dedos de la mano derecha. Su pie da golpeteos rítmicos contra el asfalto. Fats viste un saco que le queda un par de talles grande, chomba afuera del cinturón y pantalones que le caen sobre sus mocasines de gamuza como dos acordeones. Ajeno al mundo exterior, está feliz: por su vuelta a escenarios junto al pianista Andrés Beeuwsaert (en Tobago) y por la inminente grabación de su octavo disco.

"En la música no hay cuadros chicos. Todos los instrumentos tienen su complejidad y sus bondades. De acuerdo a cómo se los trate, ellos responden", dice, mientras el tema de Mores flota, como una magia, entre el ronroneo de los colectivos.

Con 57 años como trompetista , Fats es una deliciosa porción de historia del jazz en la Argentina. Hace pocos días, en su regreso, hizo un duro alegato contra el tabaco en Tobago, reducto jazzero que se distingue por vender... cigarros. Y la semana pasada, durante el emotivo homenaje a Baby López Furst en la sala Martín Coronado del TGSM, dijo: "Estoy operado de cataratas. Muchachos, ¿no me bajarían la luz? No sea cosa que las cataratas me vuelvan de nuevo". Aunque, acaso la anécdota que más demuestre su estirpe barrial, su desapego por el mundo de las máscaras, sea la que vivió en 1996, cuando se presentó en un concierto de jazz sinfónico junto a Lalo Schifrin y al trompetista norteamericano Jon Faddis. "Estaba haciendo un solo con Faddis y empecé a escuchar murmullos. Después, risas. Y yo, que toco con los ojos cerrados, pensé: ¿Qué les pasa a estos tipos? Cuando Faddis me tiró un manotazo a la altura de la cintura, entendí: se me habían caído los lienzos. ¿Sabés que pasa? Me los desabrochaba antes de tocar porque la presión me hacía inflamar los intercostales. Después, empecé a usar tiradores".

Hijo de un tonelero que tocaba la bandurria y de una maestra, nació en La Boca el 7 de junio de 1937. Por las noches, su padre lo sentaba junto a la radio para que escuchara ópera transmitida desde el Colón. "A los cuatro años, yo tarareaba el preludio de la Traviata, la parte de los clarinetes", recuerda Fats, sesenta años después. Le siguió una etapa de fascinación con las bandas que tocaban en la placita Solís. "Me paraba al lado de las trompetas y las miraba fijo. Una vez, un músico me prestó una y me desafió a que le sacara un sonido. Lo logré. A los 6 años, me metí en la bandita de exploradores del colegio Don Bosco. Primero me dieron un clarín. Después, los hinché tanto que me prometieron la trompeta si le sacaba cinco notas".

Primero una nota, después cinco. Hasta que a los 14 años tocó por primera vez por dinero, con los American Boys, en los Bomberos Voluntarios de La Boca. "Recuerdo que el baterista, de apellido Rossi, trabajaba en un circo. Se venía vestido con un sobretodo circense y con un sombrero de fantasía. Era buenísimo". Fats empezó a tocar, además, en las radios El Mundo, Belgrano y Splendid. Con lo que pudo ahorrar se compró su primera trompeta "en la casa La Confianza". Y pronto conoció a Gizela, una chica de Dock Sud, a la que le mintió que pensaba estudiar abogacía. Pero, luego de varios cambios de colegio, Fats no obtuvo el título de bachiller. "Me quedó previa inglés. Pensar que pasé tanto y tanto tiempo en Estados Unidos. Ya logré hablar como Tarzán", dice.

En el departamento, poblado de muebles algo antiguos, casi no hay espacio para moverse. Un piano, un atril, discos de vinilo, enciclopedias musicales, papeles y fotos del dueño de casa junto a varias leyendas del jazz lo invaden todo. En la pared del living, predominan un dibujo blanco y negro de Louis Armstrong —con infrecuente gesto melancólico— y una colorida pintura portuaria de Carlos Veneziano. "Soy muy católico. Voy a la iglesia San Juan Evangelista y le pido a Jesús que me haga pifiar lo menos posible en el escenario. Antes de ir al Chaco, luego de la muerte de Oscar Cardozo Ocampo, toqué spirituals con mi trompeta", contesta, cuando se le pregunta por una Biblia y algunos folletos religiosos de su biblioteca.

Los vecinos muestran un gran cariño por Fats, aunque a veces sus sobreagudos hayan alterado las madrugadas del edificio. "Una vez toqué con Harry James en el Opera y él me regaló su trompeta bañada en oro, de casi cinco kilos. Volví mi casa a cualquier hora, tocando. Y seguí en el ascensor. Se armó un despelote bárbaro. Después fui a contarle a Mamita y hasta ella me sacó volando", recuerda Fats. Gizela, que recuerda perfectamente el episodio, responde: "Lo que pasa es que en ese tiempo lo había llamado Ray Charles para que tocara con él en los Estados Unidos. Pero en Migraciones no nos dieron la green card y yo les había agarrado bronca a los norteamericanos".

Otra de las trompetas ilustres que Fats atesora en su departamento de la Boca es una Monette que le regaló Wynton Marsalis, junto con una nota que decía: Sé que estarás swingeando en alguna parte y eso me da inspiración. Nos recuerdo abrazados, cantando, camino al hotel. Un beso para Mami, a quien extraño. "A Wynton lo conocí en Nueva York, en una casa de música —explica Fernández—. El estaba probando una sordina y yo, una trompeta. Después lo fui a escuchar en un homenaje a Dizzy Gillespie en el Carnegie Hall. Tiempo después, cuando tocó en Chile antes de venir acá, preguntó por un trompetista gordo argentino. Lo fui a buscar a Ezeiza y en el viaje al hotel fuimos cantando y tocando. Después vino a comer con su banda los canelones caseros de Mami. En 1994 grabamos juntos un disco que se llamó La música y la vida".

Esos canelones de Mami son, también, el talón de Aquiles de Fats, un gran degustador de buena comida. En su plenitud, incluso, llegó a ganar una competencia informal en esa disciplina. "Hicimos mediciones con un amigo, el gordo Lombardo, que se murió, pobrecito. Me contaron 36 medialunas: creo que los soné a todos".

Sobre la mesa del living, Fats y Mamita desparraman una torre de fotos y las van viendo. "Acá estamos con Gillespie —dice él—. Una vez, en el camarín de Coliseo, Dizzy sacó una botella de cognac y tomamos con los brazos entrelazados. Después me empezó a hacer morisquetas y le tiré un sobreagudo. Desde entonces, me llamó Mister Chops: Señor Labios". En aquella época, Fats le enseñó a decir: ¿A quién le ganaste, Farabute? al trompetista norteamericano.

En 1992, cuando Gillespie estaba internado por un cáncer de páncreas, Fats lo visitó en un hospital de los Estados Unidos. "Le llevé un disco de Egle Martin. Me acerqué a su oído y le dije: ¿A quién le ganaste, farabute? El se llevó la mano a la boca y me hizo un gesto de estar tocando la trompeta. Un lindo gesto final para cualquier trompetista.

Fuente: Diario Clarin

Me pareció interesante compartir con ustedes esta linda nota realizada a uno de los iconos del Jazz en la Argentina, el querido por todos "Fats". Que actualmente a la edad de 71 años. El sonido de su trompeta nos transmite todo el amor , y la gran entrega por la música. Todo envuelto en su característico y personal fraseo. Un tipo admirable.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola mi nombre es ana maria y estoy tratando de contactarme con fats fernadez, tengo un amigo trombonista que se llama Arturo Velasco que lo esta buscando hace mucho tiempo. Arturo vive en Los Angeles y toco con Fats en dos ocasiones. Arturo Velasco es un gran trombonista y actualmente esta de gira con Neil Diamond ademas de tocar con Phil Collins, alguien puede ayudarme?? mi direccion es anaruiz752003@yahoo.com.ar. Gracias

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