Mi Taller

Bienvenidos a mi Blog, Taller de trompeta. En él intentaré de alguna u otra manera, poder ser de ayuda a todos aquellos interesados en el aprendizaje de este hermoso instrumento. Para ello iré subiendo material ordenado metódicamente, teniendo en cuenta además lo que crea y vea convenientemente adecuado.

Por favor, cualquier sugerencia, házmela saber. Para ello puedes utilizar mi Libro de Visitas, en el cual podrás dejar tu comentario, critica, inquietud, duda, o simplemente tu saludo.

Gracias por tu Visita

"Si posees alumnos a quienes les enseñas música, ayúdalos por todos tus medios posibles a lograr sus sueños. Pero ten mucho cuidado en la manera en que influyes en esos sueños"

Friedrich Gulda


sábado, 7 de junio de 2008

Wynton Marsalis

Alma, corazón y vida

Esta nota fue realizada en el año 2006, en víspera del Festival de Jazz de Victoria. Creo que vale la pena poder leerla nuevamente. Dado que los comentarios musicales y también personal. Son realmente muy interesantes.

Parte I

Uno de los hombres más influyentes y famosos del jazz, Wynton Marsalis, de 44 años, nos recibe en su casa de Nueva York para hablar de música, de las raíces españolas y de su tierra, Nueva Orleans. Es una de las estrellas del Festival de Jazz de Vitoria, que cumple 30 años la próxima semana.

“¿Que cómo suena lo que estoy escribiendo para el festival de Vitoria? Mire, es una cosa así…”. Y Wynton Marsalis se levanta del sofá y se sienta en el piano que ocupa la esquina del salón de su apartamento, en el piso 29 de una torre próxima al Lincoln Center de Nueva York. Desde las ventanas se ve brillar el sol de la tarde de finales de mayo sobre las aguas del Hudson, con el perfil de New Jersey al fondo.

La cita era en las oficinas de Jazz en el Lincoln Center, que fundó en 1987, pero su jornada ha sido agotadora, y Wynton Marsalis –con zapatillas deportivas, vaqueros y una camiseta negra en la que está escrito New Orleans 5 con letras verdes, amarillas y moradas y una trompeta apoyada en la A– prefiere hablar con EPS en su casa. “Me he levantado a las siete, como siempre. Hoy tenía que acabar de escribir el discurso de la ceremonia de graduación de la Juilliard School y luego leerlo… Tardé bastante tiempo en escribirlo. Y tengo mucho trabajo atrasado, cosas sobre las que estoy… ¿Ve todo aquello que hay allí? Y luego, otras cosas, todo aquello que está en aquel otro sitio… Y aún tengo un montón de llamadas de teléfono pendientes. Y se supone que tengo que ir a una recepción esta noche… Pero no voy a ir”.

Marsalis, que cumplirá 45 años en octubre, habla con una cierta ronquera, parece realmente cansado y deja algunas respuestas a medias. Por la mañana ha recibido un doctorado honoris causa en Juilliard, la escuela de música, danza y arte dramático más prestigiosa de Estados Unidos, a la que él asistió en 1978 y que este año cumple un siglo. Es uno de los muchos reconocimientos que ha tenido por sus 60 grabaciones y sus múltiples actividades: 30 doctorados honoris causa, las condecoraciones más destacadas para artistas extranjeros en Francia y el Reino Unido, el primer Premio Pulitzer de jazz, en 1997, y nueve Grammys, siete en la categoría de jazz y dos en música clásica.

Es muy joven, y sin embargo…

No soy tan joven.

Bueno, después de haber hecho prácticamente de todo como intérprete, compositor, director, educador y agitador, ahora, con 44 años, va a tener además una estatua suya en Vitoria…

No es exactamente una estatua mía. Lo que me ha contado Iñaki [Iñaki Añúa, director del Festival de Jazz de Vitoria] es que la estatua es más bien algo que recuerda a todos los músicos que han pasado por el festival. O sea, que no tiene que ver tanto conmigo como con el espíritu del festival y con toda la gente que ha estado allí. Y eso es lo que más me gusta.

Es la estatua de un músico que tiene su cara. Creo que se lo pasaron bien al hacer el vaciado del molde, cuando le dijo a Iñaki Añúa que le estaba entrando el líquido por un oído…

Sí [risas], le estaba tomando el pelo, lo pasamos muy bien… Yo me siento parte de la familia de Iñaki. Nos conocemos desde hace tanto tiempo, y le tengo tanto respeto y le quiero tanto que… Pero muchas veces le tomo el pelo. Me encantaría hablar español, porque con la barrera del idioma muchas veces me es difícil bromear.

Ese músico con su cara tiene una trompeta. ¿Cuál fue su primera trompeta?

La primera que tuve… Creo que fue en Nueva Orleans, yo era niño, vivía con mi familia… Hace un montón de tiempo que no veo esa trompeta, pero me acuerdo de que fue un regalo de Al Hirt, que era un trompetista de Nueva Orleans; mi padre tocaba en su banda cuando yo tenía seis años. Era una LeBlanc, hace mucho que no la veo… Me acuerdo de la funda…

Marsalis deja la mirada perdida. Nació el 18 de octubre de 1961 en Nueva Orleans, el segundo de una familia de seis hijos. Su padre, Ellis, era profesor de música, y varios de los chicos –además de Wynton, el más conocido es el saxofonista Branford– le siguieron el compás. Wynton no hizo mucho caso de aquella LeBlanc, aunque a los ocho años ya andaba liado con la banda de la iglesia bautista de Fairview. A los 12 se lo tomó en serio y empezó a practicar la trompeta y a meterse en todas las salsas: bandas callejeras, grupos de jazz y funk, orquestas de música clásica… A los 14 años tocó el concierto para trompeta de Haydn con la Sinfónica de Nueva Orleans. A los 17 fue a la Juilliard, en Nueva York, y dos años más tarde tuvo el privilegio de entrar en la banda de Art Blakey.

Ahora, cuando la luz de la caída de la tarde llena la habitación, la mirada de Marsalis está aún en Nueva Orleans, en su vieja trompeta LeBlanc: “Sí… La funda era de color anaranjado, era más bien como una maleta. Todavía me acuerdo del olor… Bueno, esa fue mi primera trompeta. La que tengo ahora está hecha por un tipo que se llama Dave Monette, y que vive en Portland, Oregón. Es una Raja”.

El festival de Vitoria cumple 30 años. Wynton Marsalis es alguien muy especial para el festival, y supongo que al revés ocurre un poco lo mismo.

¡No un poco, un mucho! ¡La cantidad de cosas que hemos hecho en ese festival! Nuevas composiciones, conciertos para jóvenes, introducción de la música a los chicos, seminarios con la Escuela Juilliard, un pic-nic con todos los músicos de Nueva Orleans… Un montón de cosas. Iñaki siempre tiene algo nuevo que inventar. Una persona como él es algo muy importante para una comunidad, ¿sabe lo que digo? Él crea el sentimiento de comunidad y usa la música para unir a la gente. Y es incansable. Para mí es un honor formar parte de todo eso.

Hasta tal punto es usted parte de todo eso que está escribiendo una ‘suite’, la ‘Suite Vitoria’, que va a estrenar allí.

Sí, estoy trabajando en eso. Va a ser larga; va a tener nueve movimientos, no doce como pensaba al principio, porque doce son demasiados. Ya hemos hecho tres; he escrito otro tres, y ahora voy con los últimos tres.

¿Cómo suena lo que está componiendo?

Bueno, es algo que tiene mucho de música española, de música vasca y de flamenco… Pero no imitando, sino traduciéndolo. Lo que trato de hacer es traducir todo eso al sonido del jazz, el compás, el ritmo, el uso de las armonías… Por ejemplo, mire…

Wynton Marsalis resucita de su agotamiento, se levanta del sofá y va hacia la esquina del salón donde está el piano, cubierto de grabaciones, papeles y partituras: “Mire, aquí puede ver lo que estoy haciendo… Éste es uno de los borradores en los que estoy trabajando… ¿Ve? Esto se llama La visión de Iñaki… Si la pregunta es cómo suena, pues… Le voy a dar un ejemplo de lo que le estaba diciendo. Estamos hablando de jazz, y esto que tiene aquí delante son notas de jazz. Si no fuera jazz, sonaría así…”.

Tiene un aire de música tradicional española…

Pero esto es jazz, así que lo que acaba de oír yo lo uso como fondo. Y lo que estoy componiendo va a sonar así…

Y Wynton Marsalis toca –para un solo oyente, sentado detrás de él, casi sin respirar, en el alféizar del ventanal– unas notas de la Suite Vitoria. “¿Ve? Cuando escribo las progresiones, trato de usar las cosas y los temas de la música española, pero sin que sea obvio… Mire ahora, esto es lo que quiero decir cuando digo que es algo obvio, ¿ve?”.

El educador Marsalis vuelve a otra composición clásica.
Suena un teléfono que rompe el momento mágico.
Pero no: Wynton lo deja sonar e improvisa al piano una réplica del tono telefónico. Y con esta ida y vuelta, de la música clásica española y del timbre telefónico al jazz, y unas cuantas risas, la lección acaba.

Continua..

http://www.elpais.com JOSÉ MANUEL CALVO 02/07/2006

No hay comentarios:

Sugerencia

Sugerencia
Al realizar algun comentario (libro de visitas y/o entradas) y si el mismo implica una pregunta, por favor deja tu correo. De forma que pueda comunicarme en forma mas eficiente y personalizada. Dado que en ocasiones se me pasan por alto algunos comentarios de las entradas del Blog. Muchas gracias !!
A los visitantes que copian, editan y suben texto e imágenes pertenecientes a mi blog en sus paginas y web en general.

Solo puede decirles:

Si no tienes dignidad de reconocer el trabajo ajeno.
No eres digno de reconocimiento alguno !!!